11/30/2014

El jinete fantasma...




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11/28/2014

Microautopsias...














-La muerte es cuando dejas de mirarte al espejo y entras dentro de él...

-Escribo. Hago autopsias a mi pasado...

-Vivir pertenece a la lírica y morir a la matemática...

-Esa casa era maldita: tenía los balcones arrasados de macetas llenas de muerte...

-La gente es una intoxicación. La soledad su mejor antídoto...

-Puedes pasarte la vida cazando fantasmas, que los mejores siempre aparecen cuando te has ido...

-Cuando le dejó, comenzaron a ponerle  triste las luces traseras de los coches. No podía resistir nada luminoso que se fuera alejando...



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11/21/2014

El último poema de un anarquista...







Ricardo Flores Magón,nacido en Eloxochitlán, Oaxaca un 16 de septiembre de 1873 y muerto en Kansas, el 21 de noviembre de 1922) fue un periodista, escritor, político y anarquista mexicano. Uno de los tres hermanos Flores Magón, ideólogos de la Revolución mexicana.
Era alto y su personalidad se imponía siempre, aunque ahora las enfermedades lo hacían caminar encorvado, casi ciego, pues veía sólo sombras. Formado en la fila para recibir su comida, estaba con él otro mexicano, moreno y pequeño. Ambos eran respetados por los otros presos y no se metían con ellos.
Ya eran trece años de su vida los padecidos en distintas cárceles de Estados Unidos y México. Quizás los peores tiempos fueron los vividos en las tinajas de San Juan de Ulúa con sus paredes viscosas donde pululaban las arañas del tamaño de un puño o las ratas se acercaban a morder y por ello debían turnarse para espantarlas y poder dormir. Ahí, en esas mazmorras húmedas y oscuras, se habían deteriorado sus pulmones y su visión.
Su culpa siempre tuvo que ver con la palabra. La palabra era algo sagrado y por eso era perseguida. Nunca tuvo en sus manos un arma, sólo contaba con la palabra vuelta artículos, manifiestos, panfletos, cuentos, obras de teatro, para despertar a los oprimidos, a los proletarios.
El creía obsesivamente en el poder de la palabra, era para él poderosa, semejante a la de los profetas bíblicos, un incendio, una pasión, era como un llamado en el desierto, igual a un trueno, aunque podía ser algo tan dulce como un anhelo fervoroso: “Hijo de los desesperados, tú serás un hombre libre”.
Los dos hombres se fueron a comer aparte de los demás. Ricardo Flores Magón (1873-1922), tosía en momentos y hablaba con voz ronca. Su camarada Librado Rivera (1864-1932) sabía un secreto: Ricardo estaba enamorado. Ahí en Leavenworth, Kansas, donde purgaban su sentencia por escribir un manifiesto contra la guerra, una convocatoria a los anarquistas del mundo, había conocido a Helen White, una camarada tan convencida de los ideales como Emma Goldman, lo visitaba y le llevaba libros y manzanas.
“Le escribí un poema”, dijo Ricardo, siempre tan serio y reservado, compartía esa intimidad con Librado como si fuera un adolescente. 
...Habrá en la bodega 
miles de botellas
 de vino dulce
 pero una será nuestra
 y la beberemos juntos
en una tarde de primavera
 con el cálido sol en los corazones...

“Lo voy a hacer en inglés y espero le guste a ella”. El viejo revolucionario había aprovechado muchas de sus estancias en la cárcel para aprender a fondo varios idiomas: dominaba además del inglés, el francés, el italiano, el portugués; el latín, el griego y el náhuatl. Y hablaba también en caló, el de los barrios bajos, el de las prisiones.
Como Dostoyevski, veía en las prisiones un reducto de la humanidad caída y culpable, pero si para el gran escritor ruso esa condición expresaba un mal metafísico, para el anarquista era el reflejo de un sistema que oprime y destruye la bondad humana.
Su propia condición como preso, era el pago a una postura irreductible contra el sistema, su lucha era contra el gobierno, el clero, el capital. Para eso había fundado el periódico Regeneración como un insurrecto: “La lucha es la vida, la vida encrespada y rugiente que abomina el suicidio y sabe herir y triunfar”.
A Librado Rivera le conmovió el enamoramiento de Ricardo cuyo ánimo y tiempo habían sido entregados a la causa, como un monje le da su vida a Dios. Ahora tenía una ilusión personal. “Se va a oír bien ese poema en inglés”, le dijo. “Hoy por la noche lo hago, me voy a pulir pues ella escribe unos versos muy bellos, mejores que los de Lord Byron”, contestó alegremente el autor de cientos de panfletos revolucionarios. Se levantaron de comer y fueron a entregar sus bandejas. Ya tendrían tiempo en sus celdas.
Esa fue la última noche de Ricardo, el verdugo se acercó como una sombra sorpresiva y lo estranguló. El párrafo final de su último texto —aludiendo a un requisito del gobierno de Estados Unidos para liberarlo, que pidiera perdón por su manifiesto—, fue: “Si la idea de que el hombre debe ser el lobo del hombre entra en mi cerebro, entonces me arrepentiré. Pero como esto nunca sucederá, mi suerte está decretada, tengo que morir en prisión como un criminal”.
La Cámara de Diputados en México le rindió un homenaje al saber de su muerte. Pero sus camaradas lo desdeñaron. La Confederación de Ferrocarrileros gestionó la repatriación de Ricardo Flores Magón y transportó su cuerpo en un vagón especial. Su ataúd fue cubierto con una bandera rojinegra. En varias estaciones hubo multitudes para despedirlo.
El pueblo no lo olvidó.
En esta historia, la anarquista Ellen White no se perdió, su nombre real era Lilly Sarnoff y nació en Rusia en 1899. Usaba ese seudónimo para escribir artículos y poemas en la prensa libertaria norteamericana y colaboraba en una organización para ayudar a los presos anarquistas, así conoció al revolucionario mexicano. Vivió muchos años hasta ser anciana. Ella también amaba a Ricardo y comprendió su mística: “Sólo el que sufre sabe comprender al que sufre”.
Una vez viajó a México y visitó su tumba. “Qué extraño, en la Rotonda de los Hombres Ilustres, un monumento”. Las cenizas no importan, sólo la memoria. El camarada Librado le había contado de aquel poema, tal como estaba en su recuerdo: con el cálido sol en los corazones, murmuró ella en ese lugar. Y no pudo evitar unas lentas lágrimas, como las gotas de lluvia resbalan de las hojas de un árbol después de una tormenta...

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11/20/2014

Recordando a Durruti...




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11/10/2014

Muerto de risa...








Aquí me tienen, muerto de risa.
Muerto de risa por las muecas que me está
haciendo el Maestro Escultor para tenerme muerto
de risa mientras me hace el retrato.
Hasta me ha sacado la lengua. ¡A mí, que soy
Hijo del Rey!
Y desde el copito de su cabeza me saca otra
lengua que ciertamente no tiene en el copito de su
cabeza.
Yo estoy muerto de risa.
Mi hermanita, en cambio, se ha enojado mucho. Y
con sus brazos bien abiertos lo regaña que da miedo.
Yo, no. Yo estoy muerto de risa.
Me da risa el Jaguar y me da risa la Serpiente y
hasta la Muerte me da risa.
Ustedes, los Nuevos, no saben lo que es bueno.


Tan serios y con las caras llenas de pelos como los
monos. Pero como feísimos monos blancos. Feos
monos blancuzcos, lívidos, con las carotas llenas de
pelos.
No puedo evitarlo. Es descortés, pero ustedes me
dan más risa que nada.
Es cierto que estoy muerto y que ustedes me
miran y están vivos.

Pero yo estoy muerto de risa...

(Olmeca de Eliseo Diego)


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11/03/2014

Los cacomixtles...




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Muerte déjanos en paz...


de Pedro Miguel (Desde México).






Muerte, serena muerte:
Recibe a los irremediables con suavidad y ternura porque están urgidos de afecto. Han pasado por cosas muy duras y se merecen el descanso, el calor del seno terrestre, la ligereza de la atmósfera, la tibieza del recuerdo. Guárdate en tus aposentos sombríos y sé buena anfitriona con los que llegan a tu casa porque no tienen otro sitio al cual acudir. Asegúrate de que la nada que los envuelve les resulte cuando menos indolora y tal vez apacible.
Deja que te quitemos por unos días algunos de los nombres, algunos de los rostros que forman tu rebaño desmesurado: los pocos que se salvan del olvido. Queremos tenerlos con nosotros, platicar con ellos, homenajearlos y brindarles agua y café. Sabemos que algo, algo situado acaso en nuestro interior y no muy bien definible, sentirá gratitud con ese gesto, por más que las bebidas no lleguen a sus quijadas rígidas y a sus gargantas silenciosas. Si quieres verlo así, permítenos un margen para la fantasía y la ilusión. Pero no te entrometas ni reclames soberanía sobre esos pobres invitados de ocasión a nuestras mesas tristes y coloridas. Abstente por un tiempo de tocar con tu mano inmunda y descarnada sus fotos entrañables, sus brazos idos, sus párpados abiertos por estas solas noches frías. No traspases las líneas dibujadas con pétalos en donde los tenemos como asilados temporales. Ya te los devolveremos, porque es inevitable, cuando se marchite el cempasúchil. Hoy son nuestros, los proclamamos nuestros, porque queremos festejar la vida: la vida que tenemos y la de los que la tuvieron.
Muerte, fétida muerte: ándate por unos días a visitar a los calculadores y a los exaltados que te adoran y que te invocan como parte de su rutina diaria: los que no tuvieron piedad, los que te incluyeron en el programa y la estrategia, los que cuentan contigo para acrecentar sus fortunas, los que te administran lentamente en la pobreza de los otros, los que te inoculan de forma rápida con órdenes atroces y criminales, los que no se conduelen y siguen adelante, los que no escuchan y no entienden el sufrimiento ajeno.
Pinta con pintura negra sus casas, ensúciales sus despachos impolutos, lleva a su mesa y a su almohada los restos que dejaron regados, míralos fijamente desde las fosas sin ojos de los que asesinaron.





Convierte sus lágrimas hipócritas en vidrios afilados, congélales en la boca el discurso de piedad mentirosa, enciérrate con ellos por mucho tiempo en sus negocios subterráneos, sus salas de exterminio y sus cuartos de tortura. Convierte en polvo sus tasas de interés, baila sobre los huesos de sus altos cargos, Transforma en ataúdes sus automóviles blindados y sus aviones ejecutivos, vuelve mortajas sus prendas de diseño exclusivo, neutraliza con tu aliento el hedor de sus perfumes. Sé justiciera por primera vez en tu inexistencia.
Muerte, sórdida muerte: danos una pequeña tregua. Evítanos el estruendo de las balaceras, el dolor de los lamentos, el chirriar de las llantas antes del accidente, el estertor en el quirófano. Danos una pequeña tregua porque No captures al niño ni al joven, al que aún tiene mucho por dar y por recibir, al que está anclado a la vida simple, al que sueña con el futuro, al que no ha podido conocer el sabor de ciertas frutas, al que da de comer a sus prójimos, al que extrae figuras de la nada, al que transforma el aire en música, al que combina los colores, al que es una figura necesaria en el barrio, al que no tiene más bienes que la vida.
Muerte, desgraciada muerte: muévete unos pasos hacia atrás y abandona esa región ambigua de la ausencia y de la incertidumbre y permite que salgan de ella quienes han sido separados a la fuerza de su vida, de sus horarios, de sus habitaciones, de sus caminos cotidianos. No termines de hundirlos en la nada. No pretendas hacer tuyo lo que se balancea en la duda. No abuses de tu dominio en los territorios de la sombra. Que no se exceda tu ambición de coleccionar nombres. No des un paso más que podrías romper sus delicadas columnas vertebrales. Permite que regresen intactos y con bien de la desaparición: con sus extremidades completas y sus dientes enteros y sus sentidos funcionando, con su dedicación y su amor intactos, con sus carcajadas de adolesentes pobres. No nos los arrebates. Vivos se los llevaron y vivos los queremos.
Muerte, déjanos sembrar y leer y cantar y enojarnos y construir muros y después derribarlos y reproducirnos con amor y calma y embriagarnos y deshacernos de ternura por una nota musical, por una silueta apenas esbozada o por cualquier estupidez, y defender con uñas y dientes nuestra intrascendencia. Te exigimos respeto desde la soberanía de nuestros organismos, desde nuestra niñez efímera, nuestra madurez breve, nuestra fugaz ancianidad. No te aparezcas a mansalva y traición en un recodo del camino; permite que lleguemos cuando menos al poblado próximo y espéranos allí, sentada en la plaza o donde quieras. Puedes estar segura de que no vamos a dejarte plantada.
Ya nos has hecho mucho daño. Tu gula de rostros apagados es insaciable y ya nos has quitado padres, madres, hijos y tíos por montones. Hoy queremos estar con ellos y sin ti; charlar sin que nos escuches; deliberar sobre asuntos que no te incumben; amarnos como tú no sabes ni sabrás nunca; vivir la vida dulce, la puta vida amarga.

Muerte, déjanos en paz.


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11/02/2014

Las calaveras de Bonifaz...



...También a veces te estás quieta
como haciéndote disimulada;
allí voy entonces, buey, corriendo
sin tropezarme. Puerca suerte:
que por querer vivir mañana
o que el corazón papalotee,
ya te estoy, Pelona, procurando.

Qué ganas de ponerte freno,
de estarse un día sin tu abuso;
de mandarte, y que hicieras caso:
Engarróteseme áhi, Pelona.
Pero como el heno, a la mañana,
verde, seco a la tarde, es este
camino en tranvía sin paradas.

Adelanta la pantomima:
igual que a las torres de los reyes
y a los jacales de los pobres,
con equitativo pie a mi puerta,
tin tin, están llamando ahora;
sé quién es, tin tin, y me resisto
a abrirle, y estoy, tin tin, abriéndole...


        Yo seguiré cantando. Tú habrás muerto...

       


Yo seguiré cantando. 
Tú habrás muerto.
        Habré yo muerto y seguiré cantando.
        Ha de sonar mi voz de vida, cuando
        la muerte en celo me haya descubierto.

        Como surgidas del sepulcro abierto,
        mis palabras; en ellas, abrasando,
        irá este amor, hoy pasajero y blando;
        entonces ya, definitivo y cierto.

        Y nosotros, ya entonces, ni siquiera
        huesos ni polvo ni recuerdo, juntos
        estaremos. Es triste nuestra vida.

        Sólo mi voz hará la primavera
        que quisimos; los cálices difuntos
        que arderán con tu nombre y su medida...

        poemas de Rubén Bonifaz Nuño.


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11/01/2014

La calaca...





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Le Jour Des Morts...








Los ritos de la muerte en  la sociedad victoriana,eran rigurosos,y no es sorprendente hallar sus reflejos en todo el arte de ese tiempo, ya que el tema fue tratado y representado en numerosas ocasiones por diferentes escritores,músicos y hasta escultores,y por supuesto, también en la pintura.
Es gracias a estas obras que podemos conocer muchos de los hábitos y ritos funerarios o ver la evolución de duelo y los modos funerarios con el tiempo.
Y claro,disfrutar de la delicadeza de la pinura prerrafaelita tratando esos temas mortuorios es emotivo. Como en el cuadro que vemos aquí.
Fue en el año 1859 cuando el excelente pintor francés William-Adolphe Bouguereau ( 1825 -1905) pintó su obra Le Jour Des Morts.
Bouguereau a ser muy popular entre los nobles ingleses y contaba con el respeto de ,  sus compañeros impresionistas y pre-rafaleitas contemporáneos.
Aún hoy,algunas de sus obras aparecen de forma recurrente, por ejemplo,en portadas de libros y en exposiciònes itinerantes. Este gran artista era impecable con los pinceles,usaba colores tenues para contrastar sus oscuros,y con su trazo clásico,podía perfectamente tocar temas de romanticismo funebre de forma delicada,y misteriosa. Algo que conmueve e impacta por su contundencia,es su reflejo de las emociones en sus hermosas modelos.
Esta obra de belleza sobria y profunda, representa una visita al cementerio en el Día de Todos los Santos por dos mujeres - tal vez la madre y de la hija - la tumba de un recién fallecido un ser querido - tal vez el Padre, si tenemos en cuenta el velo de la viuda usado por las mujeres mayores - y se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Burdeos, Francia...

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