...También a veces te estás quieta
como haciéndote disimulada;
allí voy entonces, buey, corriendo
sin tropezarme. Puerca suerte:
que por querer vivir mañana
o que el corazón papalotee,
ya te estoy, Pelona, procurando.
Qué ganas de ponerte freno,
de estarse un día sin tu abuso;
de mandarte, y que hicieras caso:
Engarróteseme áhi, Pelona.
Pero como el heno, a la mañana,
verde, seco a la tarde, es este
camino en tranvía sin paradas.
Adelanta la pantomima:
igual que a las torres de los reyes
y a los jacales de los pobres,
con equitativo pie a mi puerta,
tin tin, están llamando ahora;
sé quién es, tin tin, y me resisto
a abrirle, y estoy, tin tin, abriéndole...
Yo seguiré cantando. Tú habrás muerto...
Yo seguiré cantando.
Tú habrás muerto.
Habré yo muerto y seguiré cantando.
Ha de sonar mi voz de vida, cuando
la muerte en celo me haya descubierto.
Como surgidas del sepulcro abierto,
mis palabras; en ellas, abrasando,
irá este amor, hoy pasajero y blando;
entonces ya, definitivo y cierto.
Y nosotros, ya entonces, ni siquiera
huesos ni polvo ni recuerdo, juntos
estaremos. Es triste nuestra vida.
Sólo mi voz hará la primavera
que quisimos; los cálices difuntos
que arderán con tu nombre y su medida...
poemas de Rubén Bonifaz Nuño.
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