8/16/2015

Anima Mundi...







"...Este mundo es un ser viviente dotado con alma e inteligencia, una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados..." y esto lo pensaba  Platón.
Así,el alma del mundo (en latín: ánima mundi) es el espíritu etérico puro, subyacente en toda la naturaleza. Es lo que anima la naturaleza de todas las cosas como la misma alma anima al ser humano.
Esta idea también está presente en las doctrinas orientales, con los estoicos que creían que el Anima mundi, era la mayor fuerza vital presente en el universo.
Similares conceptos fueron sostenidos por filósofos tales como Paracelso, Spinoza, Leibniz, Schelling , Lovelock o Harpur.
Todos estos señores bosquejaron una manera de percibir el mundo que, si bien no explica hechos extraños, intentando hacerlos inteligibles dejando la incredulidad en suspenso.
De esta idea, Carl Gustav Jung,  escribió en 1965 un ensayo titulado Un mito moderno. Hablaba de cosas que se ven en el cielo. Esas visiones eran para él un mito en el mismo sentido que los mitos griegos: no son historias falsas sino verdaderas, pero no literalmente. Jung fue un personaje singular: era por formación médico y psiquiatra pero acabó siendo una especie de visionario.
Al tratar a psicóticos (a los que Freud rechazaba), Jung se encontró repetidamente que en sus delirios y fantasías había elementos que no podían explicarse por sus vidas personales.


Esto le llevó a postular la existencia de un nivel profundo de la psique que contenía la experiencia pasada no sólo de nuestra vida personal, sino de toda la especie. Llamó a este nivel inconsciente colectivo. Su contenido es un hervidero de imágenes que Jung llamó arquetipos. Es frecuente que éstos se “proyecten” fuera de nosotros, y los veamos como si estuvieran “fuera”. Para Jung, los fantasmas,por ejemplo, son proyecciones del inconsciente colectivo.
Pero esto no  significa que sean entes puramente subjetivos, “alucinaciones”. Como el inconsciente colectivo es común a la humanidad, tiene sentido considerarlo objetivo y decir que en cierto modo “está ahí fuera”. Los espectros son a la vez objetivos y subjetivos.
El inconsciente colectivo se manifiesta de manera privilegiada en los sueños, en especial en los sueños significativos (grandes sueños, sueños proféticos), que todas las culturas han distinguido de los sueños ordinarios. Los fantasmas y, en general, otras apariciones (como las de las vírgenes o las hadas) suelen ocurrir en un ambiente onírico; son como sueños en vigilia, igual que los sueños son apariciones para el durmiente.
Jung consideraba como un prejuicio dualista la idea de que la psique está necesariamente “dentro del cuerpo”, y  postuló que entre lo físico y lo espiritual hay un reino intermedio. Esto es lo que tradicionalmente se ha llamado alma (psykhé en griego, anima en latín), y es la visión del mundo los neoplatónicos. Pero no se quedaban ahí. Para ellos, igual que el alma humana media entre su cuerpo y su espíritu, hay un Anima Mundi que media entre el mundo material y el Uno trascendente. Pero el alma humana y el alma del mundo no son más que dos aspectos (los aspectos micro- y macro-) de un mismo mundo. A ese mundo Jung lo llamó realidad psíquica.


Para los neoplatónicos el Anima Mundi está poblado por agentes mediadores que proporcionan la conexión entre los dioses y los humanos. Esos agentes son los dáimones. Para los griegos esos dáimones eran todos esos seres que pueblan los mitos: ninfas, sátiros, faunos o dríadas; y lo mismo podemos decir de otros seres folklóricos como los elfos, gnomos, trolls, jinn, etc. Había también, muy destacadamente, dáimones personales: Sócrates hablaba habitualmente con el suyo. Y , el Anima Mundi neoplatónica, esa realidad psíquica,es la que Jung llama realidad daimónica.
Carl Jung dejó una gran variedad de ensayos que sus contemporáneos no sólo no los entendieron, sino que el maestro sería denostado hasta que el futuro, el tiempo y el rigor científico le dieron la razón. Pero el problema es lo que Jung planteó no es fácil de alcanzar, se trata de un cambio de paradigma en todo orden social comenzando por uno mismo. Y muy poca gente está dispuesta - y ni siquiera preparada- para asumir un cambio profundo en sus estructuras de personalidad. La respuesta más frecuente suele ser el miedo. Algunos opinan que el cambio que Jung propone está aún por llegar.
A Jung le debemos algunas aportaciones a a ciencia del más alto nivel. Entre ellas la de formular la teoría y demostrar la existencia del inconsciente colectivo, la rectificación y ampliación de la teoría sobre el inconsciente formulada por Freud, aportando la presencia en la mente de nuestra especie de los arquetipos como modelos fijos, permanentes y universales así como comunes a todos los seres humanos independiente de la cultura y del tiempo.


Si tomamos conciencia por un momento del calado de esta formulación caeremos en el vértigo de asumir que posiblemente se trate de ese más allá del que hablan todas las religiones de todos los tiempos. Un mundo sutil al que estamos todos ligados; un espacio sin tiempo ni lugar a donde se dirigen todas las conciencias al morir. Un universo del que todos participamos activamente sin apenas saberlo.
Tomárse en serio esta realidad daimónica supone adoptar una metafísica bastante arriesgada, pero es que el materialismo “chato” es demasiado corto para la misteriosa inmensidad del universo, y por el contrario,esa realidad multidimensional, más extraña de lo que podemos imaginar, el Anima Mundi, ese hervidero de imágenes en perpetua mutación, es más cercano a un campo cuántico del que emergen las partículas, análogas  a las almas individuales. Una idea hermosa ante la que es grato mantener la incredulidad en suspenso…



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