(Desde Ciudad Juárez, ciudad de funerarias,nuestra amiga Micltlantecutli nos envía estos datos para rla redacción del reportaje sobre la violencia ha hecho florecer en el territorio mexicano el negocio de los servicios fúnebres, que se han quintuplicado en 4 años...)
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Hasta hace año y medio, tocaban en las cantinas. Como los bares están vacíos, por tanto atraco y tanto muerto, los músicos del trío norteño Los Pumas del Monte, se trasladaron al cementerio Tepeyac. Allí no les falta trabajo. Cada día, los contratan cinco o seis veces para que canten corridos en los entierros.
"Esta gente de la frontera despide a los suyos con las canciones que más gustaban al difunto. Nosotros intentamos poner sentimiento a las letras; hay que expresar tristeza, dolor, una pena compartida. No es lo mismo cantar aquí que en una cantina. La música les ayuda a alivianar el dolor", comenta Luis, nombre supuesto del vocalista del grupo. "Hay que ir con cuidado. Nada de nombres. Los temas que más nos piden son Camino de Guanajuato:´Te vas, Ángelmío, Sigo siendo el Rey, Amor eterno, Al pie de la tumba, Que me entierren cantando...´. A veces, alguna estrofa de la canción provoca que se intensifiquen los llantos", comenta otro músico.
Cada 75 minutos, una persona es asesinada en esta ciudad. En diez días han muerto 112, la mayoría de entre 20 y 35 años. En los últimos cuatro años, en Juárez, hubo 3126 homicidios...sin contar a las muchachas asesinadas en Lomas de Poleo...La cosa es que el elevado número de homicidios provoca que los servicios forenses se colapsen varias veces al año. En tal caso, los cadáveres tienen que esperar turno para la autopsia. Algo parecido ocurre en los cementerios: los sepultureros andan desbordados de trabajo abriendo y tapando fosas. En semanas pasadas, los padres de los quince muchachos asesinados durante una fiesta de cumpleaños pasaron un doble calvario hasta que les entregaron los cuerpos de sus hijos.
El aumento de los homicidios provoca el cierre de maquiladoras, restaurantes y todo tipo de negocios. Hasta hace unos tres años, Ciudad Juárez era un destino popular entre los turistas estadounidenses en busca de tequila y diversión. Ahora, la mayoría de locales bajó las persianas. Por el contrario, la llamada industria de la muerte está en bonanza. En los dos últimos años se han abierto 43, cuando en el 2005 tan sólo había 25. Algunas tienen tres pisos y hasta una docena de capillas, con el fin de poder ofrecer servicios a varias familias a la vez. Se tiene cuidado de que no coincidan asesinos con asesinados.
Funerarias del sur y centro de México están abriendo sucursales en Ciudad Juárez. Rogelio Ramírez, gerente de la funeraria La Paz, cuenta, mientras se oficia el funeral por un estudiante de 21 años de la Universidad Autónoma. El joven fue muerto por un desconocido que en la parada de un semáforo le disparó desde un coche porque creía que se burlaba de él, cuando en realidad se reía de la ocurrencia de un sobrinito que iba a su lado. Ramírez reconoce que "el negocio va muy bien, los clientes se han triplicado en los 4 últimos años".
Algunas familias quieren un sepelio rápido, por temor a las represalias de narcos rivales. Tienen que pagar un mínimo de 650 euros por un ataúd y una fosa en el cementerio municipal. Otros quieren féretros con adornos de bronce o plata, con interiores de satén rojo, que cuestan hasta 15.000 euros, o paquetes que incluyen grandes arreglos florales, banquetes, grupos de mariachis y mausoleos de piedra en cementerios privados.
La guerra cada vez más violenta del presunto presidente Calderón con el narcotráfico envía un número creciente de cuerpos a la mesa de los embalsamadores. Tiroteos y mutilaciones incrementan la demanda por servicios de reconstrucción facial para los muertos. Las funerarias pueden cobrar unos 700 euros para que los cadáveres luzcan presentables en el velatorio. En Juárez se dice con orgullo que la ciudad cuenta con los mejores profesionales. Como muchos cuerpos llegan cosidos a balazos, la familia pide que los arreglen para poder despedirlos con la tapa del féretro descubierta.
Luis, embalsamador de una conocida funeraria, comenta que "ahora son pocos los clientes de muerte natural. La mayoría nos vienen rafagueados,con el cuerpo lleno de agujeros. Antes de esta violencia, en un par de horas ya terminaba el trabajo. Ahora tengo que dedicar hasta seis. A veces hay que pedir una foto a los familiares para recomponerlo mejor, ni siquiera puedes adivinar si llevaba bigote", comenta.
Otro embalsamador, al que llamaremos Juan, comenta que "cada vez matan con más saña, los desfiguran adrede. La mayor parte del tiempo lo dedicamos a recomponer el rostro; las heridas del cuerpo quedan tapadas con la ropa. Hacemos todo lo posible para que el rostro del difunto se vea apacible, sin facciones contraídas por el rictus mortem", dice.
Dado el aumento de cuerpos decapitados, las funerarias se prestan a guardar los cadáveres hasta que aparezcan las cabezas y pueda celebrarse el funeral.
El embalsamador cuenta que hace poco llegó un cuerpo de un joven "con 123 agujeros chicos y grandes; una agente de la fiscalía tenía más de cien balazos".
Aunque Rogelio Ramírez teme decirlo, las funerarias son extorsionadas. Las bandas criminales exigen el pago de una cuota para que puedan operar. Como consideran que el negocio es muy próspero, la cantidad es elevada. A los que no cumplen, los matan y les queman el edificio bajo la vista gorda de policías y ejercito.
Evidentemente, nadie pone una denuncia...
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