Flora Alejandra Pizarnik no estaba sola, la melancolía temblaba a su lado...Sólo por ella sabía dejarse tanto dolor en esa prosa que jugaba a la ruleta rusa sobre su cabeza,mientras el insomnio la poseía en aquél sombrío Buenos Aires de sus soledades.
Alejandra tenía 17 cuando empezó a escribir las invisibilidades de su escritura, sembrando las sombras de las que nacerían sus primeros poemas. Esas sombras fueron, además, un paraje para trazar ideas morales, reflexiones literarias y revelar sus pesadillas. Así,lo surrealista empezó a definir su estilo.
Son pocos los autores suicidas que se arriesgan a esa costumbre europea de llevar un diario. Pero la Pizarnik lo llevó como Katherine Mansfield, Virginia Woolf y Franz Kafka, en los que vio un espejo de sus miedos a dejar todo por hacer y a la trágica conciencia de su talento...
En su diario se sabe que le gustaban las violetas, mirar los barcos desde un puente por la noche, el lejano silbato del tren,y el aroma seco del tabaco.
El amor también la consumía.
Y la noche la maldecía con su doliente furor...
Alejandra, la tartamuda, la criatura indefensa, vivió en París entre 1960 y 1964, donde se hizo amiga de Julio Cortázar, Octavio Paz y Rosa Chacel. De hecho, a Cortázar le prometió corregir Rayuela antes de su publicación, algo que nunca hizo.
Pero a esa pequeña pasajera obstinada de la ausencia no le interesaba el reconocimiento de ver sus escritos y poemas colmando los kioscos de cada esquina de Buenos Aires. Se quería muerta para vivir en la inmortalidad de las palabras, por su anhelo de trascender, para curarse de la tristeza.
Por eso,el 25 de septiembre de 1972, en su apartamento porteño, se preparó un coctel de barbitúricos,se maquilló y maquilló también a sus muñecas para la ocasión y escribió en una pizarra:
“No quiero ir más que hasta el fondo.
...Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores,
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña..."
--------------------------------> Zuicidio