Cuando se llega a Madrid y se camina por la calle Segovia desde el sur, el paisaje queda completamente dominado por el imponente viaducto que le pasa por encima. Salva el profundo barranco que existe entre las dos colinas circundantes, creado por un antiguo arroyo, conocido como las Fuentes de San Pedro, que corría hacia el Manzanares. Este arroyo de nombre Matrice, pudo ser el origen de la ciudad, del que habría derivado posteriormente el nombre musulmán Mayrit, y de ahí, Madrid.
Volviendo al viaducto, podría decirse que lo inauguró el cadáver de Calderón de la Barca, pues cuando el viaducto aún no estaba terminado se dio permiso para que lo cruzara la comitiva que trasladaba sus restos de San Francisco a San Nicolás.
El viaducto es una imponente obra de ingeniería, aunque el viaducto original tuvo problemas estructurales y fue demolido durante la Segunda República para construir uno nuevo, que se terminaría hasta los años 40 . Pero lo que singulariza al viaducto casi desde su inauguración, son los suicidios. Su enorme altura -23 metros- lo convirtió en el lugar ideal para estos fines casi desde su inauguración en 1875, pues ya una semana después de ésta los periódicos daban la noticia del primer suicidio y del segundo ocho días más tarde. Ambos serían sólo los primeros de una larga lista que iría forjando la triste leyenda del viaducto como destino por excelencia para los madrileños que eligen poner fin a su vida.
Por eso, pocos meses después de la inauguración se promovió la colocación de más faroles para iluminar mejor el viaducto. Y cuando los diez nuevos faroles se inauguraron, uno de los periódicos satíricos de la época lo justificaba “Porque el municipio opina, muy fundadamente, que los suicidas deben ir al otro mundo alumbrados”.
Pero los vecinos señalan que entre 6 y 10 personas se suicidaban al mes en este lugar en los años 90. Los intentos por evitar esta situación, pensando en los propios suicidas y también en que su decisión de quitarse la vida ponía en peligro la de las personas que circulaban por debajo, llevaron finalmente a colocar unas antiestéticas mamparas de metacrilato en 1998, que, se han mostrado efectivas en su objetivo de poner fin a los suicidios, pues desde entonces no se ha producido prácticamente ninguno.
Curiosa y trágicamente, una de las pocas muertes que han ocurrido después de colocar las mamparas no ha sido un suicidio real sino escenificado. El especialista de cine Álvaro Burgos murió rodando uno de estos saltos al vacío como última escena de la película Canícula, cuando se estrelló contra el suelo. El sistema de seguridad no se había calculado bien y las cuerdas que debían sujetarlo eran más largas que la distancia entre la parte superior del viaducto y el pavimento...
Sin embargo,aunque las mamparas han limitado la larga y trágica cadena de suicidios, el puente de los suicidas es temido por los vecinos que al cruzarlo de noche,aseguran que escuchan lloros y lamentos, y algunos han visto figuras nubosas y oscuras, atravezando las mamparas y lanzándose al vacío, y aseguran que son los atormentados fantasmas de los suicidas...
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