5/04/2010
El traidor...
Antoni despertó rodeado de los cuerpos de sus compatriotas. Estaba desconcertado y perdido pero, al ver el panorama, concluyó que la lucha había sido terrible. Deambuló sin rumbo, huyendo del campo de batalla, sin destino. No recordaba cuándo ni cómo perdiera el sentido, ni cuánto había estado allí tendido. Al aproximarse a un arroyo, encontró a un miliciano vestido con el uniforme de su ejército, sucio y ensangrentado. Estaba llorando. Se aproximó y se sentó a su lado. El miliciano, al verlo, lo saludó con un leve gesto, el semblante triste de la derrota, y rompió de nuevo a llorar.
—Soy Antoni —dijo el muchacho de la mirada confusa.
—Yo me llamo Ramiro y tengo la pena de confiesarte que mi temple falló y escapé durante la contienda —contestó el miliciano, intentando inútilmente secar las lágrimas de su rostro.
Viendo el estado lastimoso de aquèl soldado,Antoni se conmovió y procuró consolarlo:
—No lamentes tu flaqueza, ya que yo mismo reconozco que el miedo me abordó ante la crueldad de la lucha y varias veces consideré la huida.
—Ay, no es por mi cobardía en sí que lloro —se quejó Ramiro.
—Cuál es tu congoja entonces? —preguntó Antoni.
—Pues que desde que abandoné mi escondrijo, las ánimas de nuestros compañeros muertos se me aparecen. Hora tras hora llevo contemplando sus rostros, como castigo mi traición. A cada infortunado que se me muestra, rezo una oración por su alma, tratando en vano de alcanzar su perdòn...
—Terrible es lo que cuentas —musitó Antoni impresionado— Procura no cejar en tu fe y verás como los espectros acaban escuchando tus plegarias...
Ramiro asintió lentamente, con la mirada perdida en el llanto, y murmuró:
—Sí, eso es lo que todos vosotros me dicen antes de disolverse en el èter....
------------------------------------>Zuicidio
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