He visto sus sombras,
dando vueltas
en círculo, sobre los pastos...
y he levantado la vista al cielo,
y los he visto como cruces voladoras
en el claro de los pinos.
Después,tal vez fatigados,
posándose en las cercas
de los patios traseros,
o dormitando
en el tejado de los graneros.
Si les lanzas un pedruzco,
sorprendidos,se elevan
con un batir de alas lento,
a la deriva del viento.
Pero nunca había visto tantos,
tan de cerca, centenares,
peleando cada bocado
del muerto tirado
junto al roble seco.
Sus plumas negras,
brillantes hojas de obsidiana,
y el fruto florecido de su papada carnosa,
roja, fea como un corazón mezquino.
Y su calva,arrugada y gris,
al igual que los rostros de grava
y roca de los malditos...
Entonces, como en un sueño,
llegaron los de la policía científica,
tocando el claxon de su camioneta,
y entonces volaron en torpe parvada
hacia un árbol cercano.
Recogieron el cuerpo
ante la mirada atentísima de los del árbol.
Es que yo no podía dejar de verlos:
esas gárgolas negras en su percha,
hacendosas,listas siempre
a su oficio carroñero,
acudiendo sin peros
al lado del zorro envenenado,
de la tortuga aplastada en la carretera,
del suicida desangrado en el bosque...
Aves rezanderas
sobre las fosas clandestinas
de los anónimos perdidos,
con la misericordia de dar
un póstumo aseo...
------------------------------------< Zuicidio
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