8/10/2014

Espero que me extrañes...






Dorothy Forstein había vivido en un estado de pánico durante cinco años, desde la tarde del 25 de enero de 1945. Aquel día, después de dejar a sus dos hijos con unos vecinos, había ido a comprar rápidamente en un supermercado y había vuelto sola a la casa de tres pisos donde vivía en un suburbio de Philadelphia, en Estados Unidos. Al entrar en la casa, alguien salió del cuartito de debajo de la escalera y la agredió en la oscuridad. Sólo tuvo tiempo de gritar una vez.
La policía irrumpió por la puerta de entrada de la casa de los Forstein y la encontró yaciendo en un charco de sangre. Tenía rota la mandíbula y la nariz, un hombro fracturado y muchas lesiones. Había dinero y joyas en la casa, pero no faltaba nada. El móvil había sido el asesinato, dijo la policía. El agresor había entrado en la casa sin dejar huellas dactilares, ni forzar ninguna puerta o ventana. Y tampoco se encontró el menor indicio de cómo había salido de la casa.
Jules Forstein, su esposo, tenía una coartada irrefutable para la hora de la agresión. Y la señora Forstein no tenía enemigos conocidos. El agresor podía haber sido un enemigo de su marido, pero después de una investigación de varios meses, no se descubrió ningún sospechoso.
Dorothy  nunca llegó a reponerse emocionalmente de aquel ataque contra su integridad. Solía comprobar repetidas veces las cerraduras de seguridad que habían puesto en puertas y ventanas. Buscaba constantemente la compañía de parientes y vecinos,para no estar sola.
Pero sucedió que una  tarde de octubre de 1950, el marido le telefoneó para avisarle que llegaría tarde, pues tenía trabajo.
–No me retrasaré demasiado –le dijo–. Va todo bien?
El hombre raras veces dejaba solos a su esposa y a sus hijos, debido al incidente de cinco años antes. Pero en esta ocasión, Dorothy estaba alegre y aseguró a su marido que todo iba bien.
–Espero que me extrañes –añadió...

Pero al volver del trabajo,el señor Forstein oyó los gritos de sus hijos, Edward y Marcy. Les encontró acurrucados juntos en un dormitorio, llorando convulsivamente.
–Alguien se llevó a mamá...
Forstein registró todas las habitaciones de la casa. Allí estaba el bolso de su esposa, con el dinero,identificación y llaves,toda su ropa en los armarios,nada faltaba... pero Dorothy Forstein había desaparecido.
La niña contó, entre sollozos, lo que había pasado. La habían alertado unos fuertes ruidos y había corrido al dormitorio de su madre. A través de una rendija de la puerta, vio a su madre tumbada de bruces sobre la alfombra y una enorme y sombría figura inclinada sobre ella...
Entonces el intruso había levantado a la madre y la había cargado sobre un hombro, con la cabeza colgando sobre su espalda. Vio que la niña le observaba y le dijo: “Vuelve a la cama. Tu madre se ha mareado, pero pronto estará bien”. Y bajó la escalera llevándose a Dorothy Forstein, que sólo vestía su pijama rojo de seda...

Cuando llegó la policía, no encontraron huellas digitales en ninguna parte. Además, parecía increíble que un hombre que llevaba una mujer a cuestas hubiese podido salir de la casa sin apoyarse en algo. ...Y por qué no había tratado alguien de detenerlo al andar por una calle transitada, transportando una mujer inconsciente y en su pijama rojo? ...Y cómo había entrado en la casa de los Forstein, con sus múltiples cerraduras de seguridad en puertas y ventanas?
La policía investigó a fondo,pero el caso nunca fue resuelto. Con el tiempo, se publicaron libros y reportajes acerca de lo ocurrido. Pero Dorothy Forstein nunca apareció. Fuese quien fuere el intruso ,se llevó a Dorothy para siempre, dejando solamente el recuerdo de sus últimas palabras:
“Espero que me extrañes”...

---------------------------Zuicidio

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