11/23/2010

Enterrados o no...

Hayan sido enterrados o no, los muertos nunca mueren. Andan siempre entre la gente, como fantasmas sin quietud, para sostener la vida de los vivos.

Y eso se supo aquella noche que, bajo los dorados soles, y entre las berenjenas, que de tan azules, daban resplandores rojos, se atraparon en los bolets y los rovellós,criaturas inocentes y legítimas; se les sacó el pelo y el sexo, y fueron tendidas sobre las grandes asaderas.
Por lo menos, eso fue lo que estaba pintado en un fresco colorido,sobre un muro del monasterio en ruinas, muchos siglos después: los ancestros familiares, de pie, ante la Divinidad de los tomates y la amanita muscaria, y sus corazones latiendo fuertemente,como una música grave, inexplicable; como si sonaran juntos, o fueran uno solo, la Danza del Fuego y el Cant dels ocells...
Y aún ahora, en el altar de los bosques, los cirios milenarios humean. Pasan los animales del crepúsculo, con las astas llenas de cirios encendidos y están el abuelo y la abuela,y la bisabuela ésta con su vestido de rafia, su corona de pequeñas amapolas. La muerte está toda cargada de tul, tiene los huesos de tul...
Y desde entonces,por los senderos del bosque, andan carruajes extraños, nunca vistos, llenos de niños y de viejos. Están sembrando arroz y confites y huevos de oreneta. Mañana habrá orenetas y arroz y magnolias por todos lados.
Tienden la mesa de pino negro; dan preferencia al druida del Pirineu,patriarca viejísimo;y parten el panelet lleno de dulces, de pajarillos, de perlitas...
Se oye el cuchicheo de los niños, de los viejos.
Los cirios humean.
Y luego los familiares ancestros abren sus grandes alas blancas; se van volando por el cielo...

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------------------------------------------->Zuicidio

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